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In Vitro


Una pareja peruana ha anunciado que demandará ante el Poder Judicial por un millón de soles a la clínica Concebir porque una de sus hijas nació con síndrome de Down. Un caso que ha revuelto el estómago de muchos y ha creado debates en más de un lugar de reunión.

Pero aquí, y en calidad de primicia, con algunas pruebas dejadas en su propio testamento, hallamos al "culpable":
Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre.Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho ; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien. No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra. Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos. Salmos 139
Se atreverán a demandar a Dios? Cuántos millones le pedirán? Mientras la ciencia cree tener el poder para crear vida, Dios demuestra que aún tiene la última palabra. Nos olvidamos que siempre seremos creación suya, sellados y marcados con su nombre, El tiene los derechos.

Estos padres privilegiados, pues pudieron tener hijos a pesar que era muy difícil tenerlos, se les olvido que tener hijos, es diferente a tener u obtener productos, y el tener una hija con síndrome de down no es un producto fallado. Muy triste lo que está sucediendo, y muy a pesar de la tristeza o rabia que puedan tener estos padres, deberían cuidar sus palabras. Seguiremos esta historia y veremos como termina.

"Como saetas en mano del valiente, Así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; No será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta." 
Salmo 127:4-5

Carta de un hijo a sus padres separados

No traten de disipar mi dolor con grandes regalos y diversiones. Me duele el corazón y éste no sana con risas sino con caricias. Todo lo que necesito es la garantía de que, aunque estén separados, ninguno de los dos me abandonará

Díganme con palabras y actitudes que puedo seguir amándolos a los dos y ayúdenme a mantener una relación estrecha con ambos. Después de todo, fueron ustedes quienes se escogieron mutuamente como mis padres.

No me pongan de testigo, de árbitro ni de mensajero en sus peleas y conflictos. Me siento utilizado y responsabilizado por arreglar un problema que no es mío. Tengan en cuenta que todo lo que hagan para perjudicarse mutuamente, quiéranlo o no, en primer lugar me lastimará personalmente a mí.

No se critiquen ni se menosprecien delante de mí, así todo lo que digan sea la verdad. Entiendan que por malos que hayan sido como esposos, son mis padres y por lo tanto yo necesito verlos a ambos como lo máximo.

No peleen a ver cuál se queda conmigo, porque no soy de ninguno, pero los necesito a los dos. Recuerden que estar conmigo es un derecho, no un privilegio que tienen ambos y que tengo yo.

No me pongan en situaciones en que tenga que escoger con quién irme, ni de que lado estoy. Para mi es una tortura porque siento que si elijo a uno le estoy faltando al otro, y yo los quiero y los necesito a los dos.

Díganme que no tengo la culpa de su separación, que ha sido su decisión y que yo nada tengo que ver. Aunque para ustedes esto sea obvio, yo me culpo porque necesito conservar su imagen intacta, y por lo tanto, el único que puede haber fallado debo ser yo.

Entiendan que cuando llego furioso después de estar con mi padre/madre, no es porque él/ella me envenene sino que estoy triste y tengo rabia con ambos porque ya no puedo vivir permanentemente con los dos.

Nunca me incumplan una cita o una visita que hayan prometido. No tienen idea de la ilusión con la que espero su llegada, ni el dolor tan grande que me causa ver nuevamente que han fallado.

Denme permiso de querer a la nueva pareja de mi padre/madre. Aunque en el fondo del alma me duele aceptarla, yo quiero ganármela para no perder al padre/madre que pienso que me dejó por ella.

No me pidan que sirva de espía ni que les cuente cómo vive o qué hago con mi otro padre. Me siento desleal para con él, y no quiero ser un soplón.

No me utilicen como instrumento de su venganza, contándome todo lo "malo" que fue mi padre/madre. Lo único que con seguridad lograrán es que me llene de resentimiento contra quien trata de deteriorarme una imagen que necesito mantener muy en alto.

Asegúrense que comprendo que aunque su relación matrimonial haya terminado, nuestra relación es diferente y siempre seguirá vigente. Recuerden que aunque la separación pueda constituir para ustedes una oportunidad para terminar con un matrimonio desdichado o para establecer una nueva relación, para mí constituye la pérdida de la única oportunidad que tengo para criarme al lado de las personas que más amo y necesito: mi papá y mi mamá.

Recuerden que lo mejor que pueden hacer por mí -ahora que ya no se aman es respetarse mutuamente.

Lecciones de quien menos lo esperas

Estupendo cortometraje, me estremeció y me llevó hasta las lágrimas. Binta tiene siete años y vive en una preciosa aldea junto al río Casamance, en el sur de Senegal. Binta va al colegio, pero su prima Soda no tiene la misma suerte. A ella no se le permite aprender las cosas que ignora de este mundo. Binta admira a su padre, un humilde pescador que preocupado por el progreso de la humanidad, está empeñado en llevar a cabo algo que se le ha ocurrido. Este cortometraje de Javier Fesser forma parte de la película “En el Mundo a cada rato” (2004), en la que cinco directores muestran su visión sobre distintas realidades que afectan a la infancia. Me quedo con la excelente lección del Padre de Binta, yo también quiero PAJARITOS en mi cabeza. Ojala te des un tiempito y lo veas!


Solo Amala

De tu equilibrio como persona, de tu capacidad para entenderte bien con tu pareja, depende lo felices que sean tus hijos. La armonía en el hogar depende de dos personas maduras que se aman y se entiende bien, y que aman profundamente a sus hijos, la buena relación entre los padres, forjan niños mentalmente sanos, que se convierten en adultos responsables y maduros. Por lo tanto el punto de partida de una familia feliz, son esos dos seres, que forman la pareja: padre y madre.

Un esposo fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que: ya no quería a su mujer y pensaba separarse. El sabio lo escuchó, lo miró a los ojos y solamente le dijo una palabra: Amela, y luego calló. Pero es que ya no siento nada por ella. Amela, repuso el sabio. Ante el desconcierto del hombre, el sabio agregó lo siguiente:
Amar es una decisión, no un sentimiento. Dedicación y entrega, es un Verbo y el fruto de esa acción es el AMOR.
El amor es un ejercicio de jardinería: Arranque lo que hace daño. Prepare el terreno, siembre, sea paciente, riegue y cuide. Esté preparado porque habrá plagas, sequías o excesos de lluvias, más no por eso abandone el jardín.
Ame a su pareja, es decir:Acéptela, valórela, respétela, dele afecto y ternura, admírela y compréndala, Amela.

¿Es posible amar a alguien sin sentirlo?

Por supuesto que lo es, porque el amor es más que un sentimiento. Principalmente, es una decisión. Los matrimonios que no entienden este punto, pasan por serios problemas cuando los sentimientos amorosos desaparecen por un tiempo. Las parejas donde hay un amor mutuo genuino pasan por momentos en que están muy cerca el uno del otro, momentos en que se sienten apáticos, y momentos en que están irritables y de mal genio. Ésa es la forma en que funcionan las emociones. Entonces, ¿qué los va a mantener firmes cuando los sentimientos comiencen con esos altibajos? La fuente de la constancia es una voluntad comprometida. Sencillamente, usted toma la decisión de no dejarse arrastrar por unas emociones fluctuantes, en las que no se puede confiar.
Escrito por el Dr. James Dobson
Foto voj

Ella dijo que si

ELLA DIJO QUE SI, El libro donde Misty y Brad Bernall, padres de Cassie Bernall, fallecida hace 8 años en la tragedia ocurrida en la Escuela Secundaria de Columbie en Littleton, Colorado, nos abren las puertas a la intimidad de su familia y describen como su hija, años antes, se dirigía por el mismo camino que decidieron tomar sus jóvenes asesinos. 


Los esposos Bernall tuvieron que tomar drásticas decisiones para salvar a su hija y rescatarla de las manos del infierno. No se imaginaron que años más tarde se la arrebatarían para siempre.
Misty concluye: La historia de Cassie no es solamente mía y de Brad. Es de ustedes, y lo que hagan con ella es lo que le dará significado.


Particularente la encontré muy motivadora, recomendada para adolescentes y jóvenes, como también para todo aquel padre o madre que ha pensando que ya no hay solución para sus hijos, realmente hay esperanza en Jesús.

Si deseas leer el libro puedes bajarlo gratuitamente AQUI

Susanna Wesley, una gran mujer

Susana Wesley fue la mayor de 25 hermanos y la madre de diecinueve hijos. John, su décimoquinto hijo, fundador del Metodismo, nació en Epworth, Inglaterra, en la misma ciudad donde también nació Charles, su hijo decimoctavo, compositor de himnos. Ella soportó privaciones, pero nunca se desvió de la fe y de la misma manera enseñó a sus hijos.

Una ‘iglesia doméstica’
El hogar de Susana Wesley en Epworth era un hogar cristiano casi perfecto. Su hijo John nunca se olvidó de los cultos que su madre conducía en su casa los domingos en la noche. En un comienzo ella los dirigía en su amplia cocina, pero después, por el aumento del número de participantes, la pequeña reunión se extendió por toda la casa y el granero.
John Wesley sentía que, si su madre podía ganar almas, otras mujeres también podrían involucrarse en este servicio de amor. El autor Isaac Taylor dice: “Susana Wesley fue la madre del metodismo en el sentido moral y religioso. Su valor, su sumisión y autoridad, la firmeza, la independencia y el control de su mente; el fervor de sus sentimientos devocionales y la dirección práctica dada a sus hijos brotaron y se repetirían muy notoriamente en el carácter y conducta de su hijo John”. Pocas mujeres en la historia poseerían la sensibilidad espiritual, el vigor y la sabiduría de Susana Wesley.
El entrenamiento que Susana Wesley dio a sus hijos fue mencionado en una carta que ella escribió a su hijo mayor, Samuel, el cual también llegó a ser un predicador: “Considere bien que la separación del mundo, pureza, devoción y virtud ejemplar son requeridas en aquellos que deben guiar a otros a la gloria. Yo le aconsejaría organizar sus quehaceres siguiendo un método establecido, por medio del cual usted aprenderá a optimizar cada momento precioso.
Comience y termine el día con el que es el Alfa y la Omega, y si usted realmente experimenta lo que es amar a Dios, usted redimirá todo el tiempo que pudiere para Su servicio más inmediato. Empiece a actuar sobre este principio y no viva como el resto de los hombres, que pasan por el mundo como pajas sobre un río, que son llevados por la corriente o dirigidas por el viento. Reciba una impresión en su mente tan profunda como sea posible de la constante presencia del Dios grande y santo. Él está alrededor de nuestros lechos y de nuestras trayectorias y observa todos nuestros caminos. Siempre que usted fuere tentado a cometer algún pecado, o a omitir algún deber, pare y dígase a sí mismo: “¿Qué estoy por hacer? ¡Dios me ve!”
Sobreponiéndose a las pruebas
Ella practicaba lo que predicaba a sus hijos. Aunque dio a luz diecinueve hijos entre 1690 y 1709, y era una mujer por naturaleza frágil y ocupada con los muchos cuidados de su familia, ella apartaba dos horas cada día para la devoción a solas con Dios. Susana tomó esta decisión cuando ya tenía nueve hijos. No importaba lo que ocurriese, al sonar el reloj ella se apartaba para su comunión espiritual. Mabel Brailsford comenta: “Cuando nos preguntamos cómo veinticuatro horas podían contener todas las actividades normales que ella, una frágil mujer de treinta años, era capaz de realizar, la respuesta puede ser hallada en esas dos horas de retiro diario, cuando ella obtenía de Dios, en la quietud de su cuarto, paz, paciencia y un valor incansable”.
Las pruebas que Susana soportó podrían haberla aplastado. Solamente nueve de sus diecinueve hijos sobrevivieron hasta la vida adulta. Samuel, su primogénito, no habló hasta los cinco años. Durante aquellos años ella lo llamaba “hijo de mis pruebas”, y oraba por él noche y día. Otro hijo se asfixió mientras dormía. Aquel pequeño cuerpo fue traído a ella sin ninguna palabra que la preparase para enfrentar lo que había sucedido. Sus gemelos murieron, al igual que su primera hija, Susana. Entre 1697 y 1701 cinco de sus bebés murieron. Una hija quedó deformada para siempre, debido al descuido de una empleada. Alguno de sus hijos tuvieron viruela.
Otras dificultades la persiguieron. Las deudas crecían y el crédito de la familia se agotaba. Su esposo, que nunca fue un hombre práctico, no conseguía vivir dentro del presupuesto de su familia, y si no hubiese sido por la diligencia de su mujer, con frecuencia no habrían tenido alimento.
Desde el punto de vista puramente material, la historia de Susana fue de una miseria poco común, privaciones y fracaso. Espiritualmente, en cambio, fue una vida de riquezas verdaderas, gloria y victoria, pues ella nunca perdió sus altos ideales ni su fe sublime. Durante una dura prueba, ella fue a su cuarto y escribió: “Aunque el hombre nazca para el infortunio, yo todavía creo que han de ser raros los hombres sobre la tierra, considerando todo el transcurso de su vida, que no hayan recibido más misericordia que aflicciones y muchos más placeres que dolor. Todos mis sufrimientos, por el cuidado del Dios omnipotente, cooperaron para promover mi bien espiritual y eterno ... ¡Gloria sea a Ti, oh Señor!”
La ‘escuela doméstica’
En su escuela doméstica, seis horas por día, durante veinte años, ella enseñó a sus hijos de manera tan amplia que llegaron a ser muy cultos. No hubo siquiera uno de ellos en el cual ella no hubiese depositado una pasión por el aprendizaje y por la rectitud.
Cierta vez, cuando su marido le preguntó exasperado: “¿Por qué usted se está ahí enseñando esta misma lección por vigésima vez a ese muchacho mediocre?”, ella respondió calmadamente: “Si me hubiese satisfecho con enseñarla diecinueve veces, todo el esfuerzo habría sido en vano. Fue la vigésima vez la que coronó todo el trabajo”.
Siendo ya un hombre famoso, su hijo John le rogó que escribiese algo sobre la crianza de los hijos, a lo que ella consintió con renuencia: “Ninguno puede seguir mi método, si no renuncia al mundo en el sentido más literal. Hay pocos, si es que los hay, que consagrarían cerca de veinte años del primor de su vida con la esperanza de salvar las almas de sus hijos”.
Ella comenzaba a entrenar a sus hijos tan luego ellos nacían, por un método de vida bastante riguroso. Desde el nacimiento ella comenzaba también a entrenar sus voluntades, haciéndoles entender que deberían obedecer a sus padres. Ellos eran enseñados, asimismo, a llorar despacio, y a beber y comer sólo lo que les era dado. Comer y beber entre las comidas no les era permitido, a no ser que estuviesen enfermos. A las seis de la tarde, apenas las oraciones familiares habían terminado, ellos cenaban. A las ocho se iban a la cama y debían dormir inmediatamente. “No era permitido en nuestra casa”, informa uno de sus hijos “sentarse cerca del hijo hasta que él dormía”. El gran ruido que muchos de nuestros hijos hacen era raramente oído en casa de los Wesley. Risas y juegos, en cambio, era los sonidos habituales.
Formando siervos de Dios
El bienestar espiritual de sus hijos interesaba mucho a Susana. Ella les inculcó un aprecio por las cosas del Espíritu y llevó adelante esta enseñanza hasta sus años de madurez. Incluso siendo mayor, su hijo John venía donde su piadosa madre en busca de consejo. No sólo para los metodistas, sino para todo el mundo, Susana Wesley dio una nueva libertad de fe, un nuevo brillo de religión práctica y una nueva intimidad con Dios.
No es de admirar que esta madre que tan frecuentemente oraba “dame gracia, oh Señor, para ser una cristiana verdadera”, produjese un gran cristiano como John Wesley. Ella oraba: “Ayúdame, Señor, a recordar que religión no es estar confinada en una iglesia o en un cuarto, ni es ejercitarse solamente en oración y meditación, sino que es estar siempre en tu presencia”.
En octubre de 1735, sus hijos John y Charles Wesley fueron a Estados Unidos como misioneros a los indios y a los colonizadores. Al despedirse de ella, John le expresó su preocupación en dejarla, siendo ella ya mayor. A lo que respondió: “Si tuviese veinte hijos, me alegraría que todos ellos fuesen ocupados así, aunque nunca más los volviese a ver”.
Cuando los metodistas alcanzaron pleno vigor, la vida de Susana llegó a su fin. Un domingo de julio de 1742, mientras John predicaba en Bristol, le fue avisado que su madre estaba enferma, y regresó aprisa. El viernes siguiente ella despertó de su sueño para exclamar: “Mi querido Salvador, ¡estás viniendo a socorrerme en los últimos momentos de mi vida!”.
Más tarde, cuando los hijos estaban alrededor de su lecho, ella dijo: “Hijos, tan luego yo haya sido trasladada, canten un salmo de alabanza a Dios”. Ella murió en el lugar donde la primera Capilla Metodista fue abierta y fue sepultada en el cementerio al lado opuesto donde treinta y cinco años más tarde su hijo John construyó su famosa capilla. Cierta vez, John dijo sobre aquel funeral: “Fue una de las reuniones más solemnes que yo vi, o espero ver, en este lado de la eternidad”.

Tomado de Revista Aguas Vivas · Nº 25 · Enero - Febrero 2004
Encuentra muy buenos artículos en la Revista Aguas Vivas

El Hogar Cristiano es una Escuela

El hogar cristiano es una escuela donde se imparten clases diarias sobre ética cristiana y vida santa. El libro de texto es la Biblia. El gran Maestro es el Espíritu Santo. El Huésped invitado es el Señor Jesús.


Cuando leemos la Palabra de Dios nos damos cuenta muy luego del inmenso valor que Dios mismo ha puesto sobre el hogar en lo que se refiere a las responsabilidades y posibilidades para la formación de criaturas de fe ardiente y vida piadosa (Deuteronomio 6:5-7; Salmo 78:4-7).


Al estudiar al pueblo judío no podemos dejar de admirar la importancia que ellos le dan en sus vidas a la educación religiosa, contribuyendo ésta a la prosperidad y permanencia de este pueblo. Josefo, un historiador judío, dijo de su pueblo: “Nuestro cuidado principal es el de educar a nuestros hijos, y lo consideraremos el negocio más importante de nuestra vida doméstica”. La educación judía se dirigía conforme a lo que ahora llamamos el plan intensivo. El hogar, la escuela y la iglesia se reforzaban uno a otro. Estos tres cooperando juntos intensificaban y perfeccionaban el entrenamiento religioso. Hoy existen el hogar, la escuela y la iglesia, pero no hay cooperación entre ellos para desarrollar el programa de la educación religiosa.


La educación judía comenzaba con la madre. Sus deberes religiosos en relación con el hogar modelaban el carácter de sus hijos. Mucho antes de que el niño pudiera asistir a la escuela o a la sinagoga, las oraciones particulares y en familia y las ceremonias domésticas, fueran los sábados o de las fiestas religiosas, se grababan indeleblemente en su mente. Sentado en el regazo de su madre, el niñito aprendía las historias de patriarcas, profetas, estadistas, guerreros, poetas, príncipes y patriotas. Las mujeres de todos los países bien pueden aprender de las madres de Israel en cuanto a la enseñanza de sus hijos.


Durante los años más formativos de la vida, del nacimiento a los seis años, la madre es la compañera constante del niño, y casi su única maestra. De ella adquiere las enseñanzas para la formación de su yo espiritual y moral. La presencia misma y el ejemplo de una madre ejerce constantemente una influencia elevadora y estimulante. La delincuencia juvenil sigue a la ignorancia o la negligencia de una madre durante los días de la niñez en los cuales se forman los hábitos y las costumbres. Debido al carácter permanente de las primeras impresiones, la contribución de una madre se multiplica con interés compuesto. La influencia de una madre es de gran alcance no sólo sobre el individuo, sino sobre la nación. Verdaderamente, “La mano que mece la cuna rige al mundo”; y una buena madre es de más importancia que el conquistador de un reino.


El padre comparte con la madre una responsabilidad igual por el ambiente del hogar. Él representa de manera especial el punto de vista masculino. Por su contacto con el exterior, él es más capaz de dar a conocer a los niños el contenido de la sociedad, mientras que la madre explica mejor las relaciones personales. En una familia bien ordenada, el padre es como una corte de apelaciones. A él se le concede cierta autoridad y cierta calidad heroica que la madre le atribuye en la presencia de los niños. Mientras que la influencia de la madre es más marcada durante la niñez, la del padre es más grande en el período de la adolescencia.


Cualquier padre que tenga una idea correcta de la función de la familia y una apreciación adecuada de las posibilidades que encierra su hijo, hará del hogar el centro de su programa y subordinará a él todos los otros intereses. Hasta que haya un reconocimiento general de que el hogar es la universidad más importante del mundo, y los padres sus más grandes maestros, no será posible estimar en su valor justo el medio ambiente que amolde los años de la niñez.


Los padres son maestros, conscientes o inconscientemente, están siempre enseñando a sus hijos por medio de las palabras y los hechos en su vida personal. No hay otra influencia que sea tan poderosa y permanente como la de los padres. Las ideas y actitudes de los niños son casi enteramente adquiridas en el medio ambiente del hogar. Los padres forman ese medio ambiente del hogar, y éste contribuye en gran parte a moldear el carácter del niño. La instrucción religiosa en el hogar es de gran importancia. Los padres cristianos necesitan darse cuenta que es ésta una de sus responsabilidades más importante.

Escrito por Elizabeth Cuevas
Foto de Arkansas ShutterBug by Creative Commons